Texto y fotos. Pedro Ignacio Fernandez
Cuenta la leyenda que en esta misma calle vivía un padre con
su hija y en el amplio espacio que tenían había un estanque con peces. Debido a
unas obras de rehabilitación de la vivienda los peces que había en el estanque fueron
muriendo; sólo quedó uno y Blanca –la hija- lo depositó en una pecera, pero a
pesar de sus cuidados, murió el pobre pez. Blanca, destrozada por el fatal
desenlace, decidió meterse a monja y su padre decidió esculpir en la fachada de
la nueva vivienda un pez.
Quien pase por esta calle podrá ver el pez en el número 24 adosado
en la pared de ladrillo… y seguro que Julia, la eterna estudiante, -de la que
ya he hablado en otra entrada- apoyada en la pared, casi esquina a San
Bernardo, le echará de vez en cuando alguna mirada.
Este
es un pequeño paseo fotográfico en una mañana de domingo otoñal por la calle
del Pez.
Los vecinos empezaron a llamarla “la casa del pez”…y
de esta forma tan madrileña, de poner motes, la antigua calle de la Fuente del
Cura pasó a llamarse calle del Pez.
Una calle que discurre entre San Bernardo y la Corredera Baja
de San Pablo, en plena metamorfosis, llena de bares, librerías, tiendas de ropa,
antiguos negocios cerrados, de recuerdos de la infancia.
Y una calle que de nuevo, con el acuerdo de asociaciones de
vecinos y la Junta Municipal de Centro, una vez al mes cierra el tráfico a los coches
entregando el espacio a los peatones con conciertos en vivo, monologuistas, o
acciones de artistas urbanos y street-Art.
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