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Foto. Pedro Ignacio Fernández
Poesía. Ferran Garrido
Yo no te conocía, compañera,
hasta que comenzamos a caminar...
juntos.
Con la mirada perdida al frente
y las manos enlazadas en un gesto...
juntas.
Sin saber de tu existencia
lloré todas las lágrimas
mientras mis pasos iban
hacia ti, incesantes y en silencio.
Y ahora se que eres tú
quien guiaba mis ausencias
hacia territorios de cálidas
presencias de caricias...
Me llevaste hacia la vida
como el que guía a un ciego
para llenarme de afanes,
de amores... de deseos.
Y me da igual cómo es tu cara
o las formas de tu cuerpo.
El amor no tiene formas,
es etéreo, pero no nos engañemos,
lo vivimos al calor
de nuestros cuerpos.
Y aunque crean que es mentira
que el amor guía al deseo,
que es mentira que se ama,
que es mentira los te quiero...
es la única verdad
el amor que aparece,
sin pedirlo ni quererlo,
para amar tanto ese amor
que despierta ese deseo...
Yo no te conocía, amor,
ni al suspiro, ni al jadeo,
ni al dulce dolor de ese deseo,
hasta que unimos nuestras manos
para que permanezcan
juntas en el tiempo.
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